Roberto Bolaño se convirtió en leyenda, sus amigos sabían que sus libros perdurarían, pero nunca supieron de la gran aceptación masiva que tendría. “Lo amábamos y lo admirábamos, pero nunca supimos que se convertiría en un mito, era como ser amigos de Bob Dylan antes de su debut en el New Port Festival”, comentó Juan Villoro en la conferencia que ofreció en el Centro de Convenciones Jacob K. Javits de Nueva York, tras la inauguración de la BookExpo America, que tiene a México como país Invitado de Honor.

En la charla “Roberto Bolaño, estudio de caso en la cadena de producción, distribución, traducción y éxito de ventas”, a cargo del escritor y periodista Juan Villoro, éste recordó al Bolaño amigo, y mencionó que en esa época nadie podía imaginarse que Oprah Winfrey recomendara sus libros, que la cantante Patti Smith pondría sus palabras en música y que Bruno Ganz lo recitaría en alemán.

“Nadie dudaba del carisma de Bolaño pero lo tratábamos naturalmente, con ese exceso de familiaridad demandado por el afecto y el buen humor. No lo veíamos como una figura histórica, compartíamos bromas y vivencias”, relató el autor de  El disparo de Argón sobre el autor chileno fallecido en 2003, y que este año cumpliría seis décadas de vida.

“Frecuentemente lo vi luchar en contra de la aprobación, preocupado por la pérdida de su radicalidad y los malentendidos que vienen con el éxito. Los detectives salvajes ganó el Premio Herralde en España y el Rómulo Gallegos en Venezuela, el libro de Roberto comenzó a traducirse y a ser alabado por lo críticos. Hasta ese entonces había estado orgulloso de ser un excluido, que no necesitaba mayor reconocimiento que su propia opinión sobre sí mismo. Nunca había conocido a alguien tan seguro de su propio talento: ‘Por años estuve solo pero nunca me sentí solo’, decía de su aislamiento de la comunidad literaria”, narró Juan Villoro.

Ganador también del Premio Herralde de Novela (2004) por El testigo, Juan Villoro aseguró que es casi imposible entender porqué un autor de esta talla logró conectar con las masas, pero encontró en Bolaño tres claves para entender “su actual y mítico estatus”.

“Su propia vida tan poco convencional. Fue testigo del golpe de estado chileno, sufrió represión, exilio, pobreza y enfermedad. A pesar de todo actuó con coraje y con algo más difícil, una excepcional lujuria por la vida. Su trabajo muestra la dicha ante la adversidad, la vitalidad del hombre arrinconado. La segunda razón es más profunda, su arte era el perfecto vocero de su forma de vida. Los detectives salvajes fue una novela bildungsroman, de educación sentimental, tal como On the road, de Jack Kerouac. El golpe maestro de Bolaño es mostrar que la vida en sí misma puede ser un acto poético; sus detectives salvajes no tienen que escribir versos, es suficiente con vivir con la libertad de imaginar para que la vida sea poética.

“La tercera es que la obra más famosa de Bolaño sea un trabajo en colaboración, narrado por voces que entran y se van. No es la historia de un artista aislado, es la saga de una tribu. Leer el libro, significa ser parte de la selecta hermandad de aquellos que desean entender el mundo de manera diferente para poder cambiarlo. Los detectives salvajes es como la hoguera en el desierto que atrae a vagabundos de diferentes lugares, no puede leerse sin sentir que uno también tiene una historia que contar”, reflexionó el narrador.

Juan Villoro, Premio Internacional de Periodismo Rey de España 2010, señaló que el escritor chileno era un lobo solitario que nunca aceptó maestros ni tuvo discípulos, y que en las charlas de café pocas veces coincidía con las ideas de los demás y si alguien defendía su anterior argumento, pronto lo cambiaba.

“En una entrevista memorable, Mónica Maristain una vez le preguntó por qué siempre contradecía, y él, calmado como siempre le contesto: ‘yo nunca contradigo a nadie’. Tampoco permitía críticas hacia México, había idealizado al país que lo había hecho escritor, que le había dado los grandes paisajes de sus novelas, donde había comenzado a publicar”, destacó Juan Villoro.

Refirió que aunque muchos, incluido él, conocían las historias que contó en Los detectives salvajes antes de que las escribiera, porque les pasaron a amigos en común, todos pensaban que lo mejor de esas historias es que ya habían pasado; sin embargo Bolaño vio el potencial escondido dentro de esas historias y las dotó de una dimensión épica.

“Estaba más orgulloso de su ética de vida que de sus triunfos literarios, había realizado múltiples trabajos sin ni siquiera quejarse de alguno de ellos. Por años concursó en certámenes literarios regionales, no estaba interesado en el prestigio de los concursos, pero lo hacía por el afán de seguir”, refirió el también escritor de literatura infantil.

“Bolaño quería ser leído sin perder su estatus de radical, no aspiraba ser famoso y ni siquiera aspiraba a ser un autor reconocido. Pero el mundo parece maravillarse de aquel que se resiste y la posteridad lo ha convertido en una leyenda.  La fama es un malentendido, el Kafka socialista está en cada boutique de Praga, la cara del Che Guevara se vende por millones en cada playera y Roberto es la superestrella que vivió para no ser una.

“¿Qué pensaría de su triunfal posteridad? Sólo puedo imaginarlo como aquel que ríe al último, entendiendo esto como una de las confusiones con las que el destino lo premió”, concluyó Villoro.

Documentos

Descarga el PDF Kit de prensa