La portada del libro Tonadas ágiles para sonreír en voz alta, primer poemario para niños de Ramón Méndez Estrada, está ilustrada con un dibujo que representa la leyenda del Lago de Zirahuén, Michoacán, la cual narra la historia de una mujer que murió de tanto llorar por la ausencia de su amado, pero antes de eso logró juntar sus lágrimas en un cántaro, que luego rompió y así se formó el cuerpo de agua.

Este tipo de tradiciones populares nutren el contenido de dicho texto, que es editado por la Secretaría de Cultura del estado de Michoacán y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. En entrevista con Conaculta el autor comentó que se trata de una incursión en un terreno en el cual se siente particularmente a gusto, pues estos versos, como el resto de su producción literaria, provienen de las emociones, de su propia experiencia de vida y de la necesidad de compartir estas referencias con el lector.

Se trata de 35 poemas creados hace 15 años en un momento en que el autor estaba dedicado a la escritura del libro de cuentos Tzitzilini y otras lecciones del lado moridor, “el cual es un intento por reconocer y resaltar el trabajo de autores como Alfonso Reyes, Xavier Villaurrutia o José Vasconcelos –de hecho la frase en español que utilizo en el título la tomé de su biografía–, pues considero que a partir de los años setenta y ochenta se han olvidado.

“Esa fue una labor muy dura para mí, pues me encontraba en un momento de vida muy difícil, el trabajo era escaso y la pasamos mal en la familia… pero nunca he dejado de escribir, ya sea en el periodismo o el ensayo, por lo que escritura de estos poemas se ofreció como una especie de ‘descanso’ a la otra labor. Los textos los escribí con mis hijos, mientras jugábamos, además de que con esta obra les enseñé a leer y escribir”.

Un ejemplo de esta experiencia de vida es el poema El viaje de la gota, “el cual surgió mientras los bañaba y mis tres hijos comenzaron a decirme que les contara una historia. Claro al tener un padre escritor esa era algo que yo podía hacer. Sobre todo porque ellos estaban en la primaria y me di cuenta de que sus maestros no les enseñaban a redactar. Por eso propongo a este libro como una herramienta didáctica, cuya eficiencia está comprobada”.

 

Los soles negros de la poesía mexicana

Ramón Méndez Estrada es integrante del Movimiento Infrarrealista el cual fundó al lado de Cuauhtémoc Méndez Estrada, Mario Santiago Papasquiaro, Roberto Bolaño y José Vicente Anaya, entre otros. La postura de estos autores –que emplearon la poesía y la novela para expresarse–, es radical y reflexiva, cuestiona a las instituciones y aboga por la creación en libertad.

“Roberto Bolaño nos definió como un conjunto de galaxias formadas por soles negros de materia condensada tal grado que hacen caer a la luz por su propio peso. En eso consiste el Movimiento Infrarrealista. En México todos tenemos tache, las autoridades no nos reconocen. Pero seguimos creando. Eso no nos detiene.

“Aún en hoy en día tenemos algunos seguidores, autores que se incorporan al movimiento. Pero las cosas ya no son como antes. En este contexto es que se publica este nuevo libro de poemas, cuyo propósito es el de provocar en el lector una experiencia grata, al contrario de lo que hice con mi obra de este género dentro del Infrarrealismo, que es mucho más dura, con otro propósito desde luego”.

Ramón Méndez Estrada dio a conocer que el proyecto con el gobierno de Michoacán incluye la posibilidad de entregar a las bibliotecas públicas un ejemplar para poder compartirlo con los niños de las comunidades.

Ramón Méndez expresó que el proyecto comienza a crecer, pero aún no se concreta. Lo cierto es que en las presentaciones que se han hecho del texto el público –infantil o no– ha reaccionado muy bien, pues en verdad encuentran muchas formas de identificarse con los poemas.

“Vengo de la corriente de los ‘concertistas’ de la época del Siglo de Oro español. Soy ‘quevediano’, me burlo de los culteranos que pretender que la poesía se hace con símbolos, pues considero por el contrario que se hace con los sentidos, las imágenes vienen concomitantes a ellos, es inevitable. El vuelo de un águila es eso y nada más. Lo importante es decir lo que se tenga que decir y de esa manera dar pie al símbolo, no al revés, y entre más simple mejor. Es muy frecuente que los autores contemporáneos hagan eso, embrollan demasiado sus textos pero no alcanzan a decir algo. Ese es el camino de mi literatura, de este, mi nuevo libro”.

Información: JRA

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