El arquitecto Teodoro González de León, recientemente galardonado con la Medalla Sor Juana Inés de la Cruz, tiene una relación especial con el Colegio Nacional, pues además de ser uno de sus más destacados miembros, en 1993 se dio a la tarea de remodelar el edificio sede ubicado en Luis González Obregón, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

El Premio Universidad Latinoamericana 2004 indicó que el Colegio Nacional nació en 1943 con la idea de distinguir a personas de distintas ramas y que en lo personal “es un gran honor ser miembro, cumplir con sus conferencias y asistir a las sesiones”.

“Yo casi he ido a todas desde que ingresé porque se establece una comunicación interesante entre los miembros que somos muy diversos”, comentó el arquitecto  al respecto de su experiencia de casi 24 años como miembro de la institución fundada hace 70 años.

Entre las responsabilidades de quien acepta la distinción de ser miembro del Colegio Nacional está ofrecer conferencias en las que, dijo, uno expresa sus preocupaciones. “A pesar de que por mi edad (87 años) se me exonera de esa actividad (mayores de 70 años), continúo con las conferencias porque sigo trabajando y estoy totalmente activo.

“La mayoría de las conferencias las doy  en el interior de la República Mexicana, eso se discutió mucho en el Colegio. Dar clase en el Centro Histórico no es nada fácil, por el tráfico, aunque es maravilloso estar en el recinto que remodelé”.

El Convento de la Esperanza es la sede del Colegio Nacional, el cual ha cambiado de uso varias veces, primero fue concebido para convento y noviciado, durante la Reforma fue cárcel, más tarde el presidente Benito Juárez lo convirtió en Suprema Corte, después una parte se habilitó como Escuela para Ciegos y otra como Casa del Estudiante. En 1943 el lado poniente del recinto era ocupado por la Secretaría de Educación Pública y al oriente el Archivo de Notarías con el recientemente entonces creado Colegio Nacional.

En el momento en el que el arquitecto Teodoro González de León inició la remodelación el edificio ya presentaba alteraciones, más del 40 por ciento de los muros habían cambiado de posición respecto del plano de 1867. “La remodelación partió de un proyecto flexible que era sólo una guía para ir descubriendo el espíritu de la obra, falseado y oculto en las sucesivas alteraciones”.

González de León presentó en 1993 un proyecto de remodelación del área ocupada por la institución y rescató tanto la parte utilizada por el convento, como los espacios destinados a otras actividades jurídicas y de archivos.

Con su proyecto, el miembro honorario del American Institute of Architects (1983) procuró fundamentalmente iluminar la construcción, que sin perder su idea original, adquirió la funcionalidad indispensable para las tareas del Colegio; conectó los tres patios de los tres niveles; acondicionó un lugar para destinarlo al Aula Mayor; le dio juegos geométricos a la Sala de Consejo, acondicionó dos aulas equipadas que permite recibir mayores públicos y, ambientó los pasillos y ambulatorios al utilizar árboles y plantas de ornato.

Teodoro González de León recordó que al principio del proyecto no se quería dar el permiso para la remodelación. “Antropología se oponía, hubo necesidad de que el secretario de la SEP parara a los revisores que no querían dar permiso de lo que yo estaba haciendo, después cuando vieron en qué consistía la remodelación se quedaron un poco azorados”.

“Fue el secretario de Educación quien dijo: ‘a ver, mañana me traen aquí la licencia’. Fue una orden.”

El Premio Nacional de Ciencias y Artes 1982 señaló que la remodelación fue un proyecto que se fue modificando conforme lo que se iba encontrando. “Descubrimos todas los armarios de piedra de las monjas, estaban intactos pero tapados. Son bellísimos. Encontré el espacio de doble altura de la cocina, soportado por un enorme arco de piedra que contenía la chimenea. Nadie sabía donde estaba”.

“No se imagina cómo era el Colegio, era una desgracia, una ruina, había tenido ya cerca de 30 intervenciones. El chiste era dejarlo habitable, en el tiempo que vivimos, con los requerimientos de luz que ahora tenemos, y que no se tenían en el siglo XIX, ese es el chiste de las remodelaciones”, aseguró.

El autor de obras arquitectónicas como la Embajada de México en Brasilia, el Museo Rufino Tamayo, el complejo que integran las instalaciones de El Colegio de México, el Fondo de Cultura Económica y la Universidad Pedagógica Nacional,  ingresó al Colegio Nacional el 28 de noviembre de 1989, e inició sus cátedras con el discurso Arquitectura y ciudad el cual fue contestado por el poeta, escritor y ensayista Octavio Paz.

Quienes propusieron al arquitecto Teodoro González de León ingresar al Colegio Nacional fueron los escritores Gabriel Zaid y Octavio Paz, sobre cómo fue informado rememoró: “Gabriel me habló, estaban en sesión. ‘Ya saliste’, me dijo. Luego tuve la fortuna de que Octavio respondiera mi discurso con una respuesta de oro, entré por la puerta grande”.

El académico emérito de la Academia Nacional de Arquitectura de la Sociedad de Arquitectos Mexicanos, A.C., indicó que el diálogo con los demás integrantes  a veces no es fácil, pues son 40 personas que piensan totalmente distinto.

“En las sesiones tenemos que establecer políticas del Colegio, de sus publicaciones y cómo impartir las conferencias. Siempre hay temas que salen en las reuniones, son 40 personas que piensan totalmente distinto. Se conversa con gente de arte, con los de ciencia. Recuerdo que me sentaba junto a Leopoldo García-Colín, era fantástico.

“En el área de las ciencias tengo amigos como Arcadio Poveda. Con Mario Lavista comparto la música de la que sí soy aficionado fuerte,  igual con José Emilio Pacheco y Gabriel Zaid”.

El galardonado con la Medalla de Plata por la Casa Ámsterdam dijo que al final de las sesiones que se realizan de manera mensual, “en la hora de la comida se ve la pluralidad y se dan intercambios interesantísimos entre los miembros”.

“En ese momento se da la verdadera charla profunda, es muy interesante ese detalle porque uno está distendido e intercambia puntos de vista sobre las distintas disciplinas”, refirió.

Teodoro González de León destacó que el Colegio Nacional reúne a los más destacados especialistas de distintas disciplinas. “No es que se busque a alguien que represente un área, esa es la batalla anual por la elección de los nuevos miembros, todas las disciplinas  buscan meter a alguien, se ha llegado a acuerdos últimamente que consisten en procurar que el área que tiene menos representantes presente más candidatos, pero no es por cuotas como se elige, sino por excelencia”.

Teodoro González de León, dijo que en el Colegio Nacional tuvo la oportunidad de compartir con dos entrañables amigos: Alejandro Rossi y Octavio Paz. Apuntó que  le desea a la institución un futuro brillante, pero en su opinión tienen una imagen pública baja, por ello una de su tarea como miembros sería incrementar su presencia.

“El Colegio Nacional ya es pequeño por el tamaño del país, mucha gente no sabe lo que hay ahí, parte de nuestra tarea es seguir insistiendo en su imagen pública, que es necesaria”, puntualizó.

Información: DAF

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