Generoso, simpático, cordial y sobre todo, poseedor de un gran sentido del humor, son los calificativos que de inmediato afloran en colegas y amigos cuando hablan de Rubén Bonifaz Nuño (Córdoba, Veracruz, 12 de noviembre de 1923 – Ciudad de México, 31 de enero de 2013), poeta y traductor, profesor e investigador universitario.

Fue “un humanista, un hombre preocupado por multitud de reflexiones culturales, intelectuales, estéticas”, destacó el escritor René Avilés Fabila, ya que Rubén Bonifaz Nuño, dijo, sabía de música, de danza y tenía una formación incluso científica.

“El resto es muy evidente, como gran poeta, traductor de los clásicos grecolatinos, profesor universitario, ensayista brillante, analista de un sinfín de temas, era asombroso, era abrumadora su buena educación, su gran cultura, no es un hombre fácil de definir, más que así, como una especie de gran humanista renacentista que, en efecto, no le era ajena ninguna parte de la cultura”.

Tras estudiar derecho, en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, obtuvo el doctorado en letras clásicas. Rubén Bonifaz Nuño se inició como profesor de latín en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde ocupó diversos puestos, desde jefe de redacción de la Dirección General de Información, hasta fundador y director del Instituto de Investigaciones Filológicas, así como de la Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana.

Fue nombrado investigador emérito de la UNAM en 1989 y, en 1992, Investigador Nacional Emérito. Perteneció a la Academia Mexicana de la Lengua desde 1963, a la Asociación Internacional de Hispanistas, fungió como presidente de la Sociedad Alfonsina Internacional, miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM y de la Academia Latinitate Fovendae de Roma.

A lo largo de su vida, recibió numerosas distinciones como el Premio Nacional de Ciencias, Letras y Artes en 1974, la Orden del Mérito en el grado de Comendador de Italia en 1977, el Premio Universidad Nacional en 1990 y el doctorado Honoris Causa por la Universidad Veracruzana en 1992, además de la Medalla Conmemorativa del Palacio de Bellas Artes en 1997 y en 2000, el Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde.

Por ello, Rafael Tovar y de Teresa, presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) ha señalado que “Bonifaz Nuño ha sido uno de nuestros grandes maestros. La cultural nacional se ha visto enriquecida de muchas maneras por el influjo de su pensamiento y su obra. Como pensador ha contribuido de manera central a fortalecerla”.

En su larga y fructifica carrera, ha apuntado el titular del Conaculta, , nos abrió el camino a los clásicos que, gracias a sus traducciones del griego y el latín, estuvieron a nuestro alcance, pero también sus obras de interpretación crítica relativas a la cosmogonía del mundo prehispánico, han sido vitales para que los lectores de México se miren en el espejo de su historia.

“Desde sus estudios de la Coyolxauhqui, pasando por sus importantes interpretaciones de la Coatlicue, hasta la importante lectura que ha hecho de la poesía náhuatl y de nuestros grandes textos fundacionales -el Popol Vuh y el Chilam Balam- la curiosidad intelectual de Bonifaz Nuño por las raíces de México nos ha ayudado a engrandecer y afinar la visión que los mexicanos tenemos de nosotros mismos”, ha expresado en su momento Rafael Tovar y de Teresa.

Ante todo un gran poeta

Lo que yo creo que va a permanecer como legado de Rubén Bonifaz Nuño, indicó el presidente de la Academia Mexicana de la Lengua, Jaime Labastida, “es su gran poesía, yo creo que hay dos o tres libros, ya no digo poemas, dos o tres libros suyos, que son verdaderamente excepcionales: Los demonios y los días, El manto y la corona y Fuego de pobres”.

Pero sobre todo El manto y la corona que es, dijo, “un largo poema de amor, desgarrado, bellísimo, eso va a permanecer, yo creo que además, la poesía de Rubén Bonifaz fue muy influida por el ritmo de la poesía latina” ya que, gracias a su dominio del latín y el griego, hizo traducciones de textos clásicos como La Ilíada, que el mismo poeta llamaba “versiones rítmicas”.

Por ello, añadió Jaime Labastida, en sus versos Rubén Bonifaz intentaba responder al ritmo que tiene la poesía latina, a través de la utilización de construcciones de las lenguas clásicas como los hipérbatos.

Y es que, como señaló Jaime Labastida, se trata de un personaje que “no solamente fue traductor de las lenguas clásicas, también fue nahuatlato, esto se nota muy claramente a partir de Fuego de pobres, pero además fue un hombre importante en la cultura nacional y en la cultura universitaria, duramente un largo tiempo él influyó de manera directa en el rumbo de la cultura nacional”.

A dos años de su fallecimiento, reveló que la Academia Mexicana de la Lengua acaba de adquirir el otro legado suyo, “su biblioteca y vamos a tenerla en la nueva sede como un acervo propio, en el Fondo Rubén Bonifaz Nuño” que estará a disposición de los interesados a partir del próximo año, una vez que concluya la construcción del nuevo recinto.

Para acercarse a la obra de Bonifaz Nuño, lo más recomendable es hacerlo a través de su poesía que está reunida en el Fondo de Cultura Económica en tres tomos, donde el lector encontrará a un poeta extraordinario.

Por su parte, el escritor Marco Antonio Campos consideró que mucha de la poesía de Bonifaz Nuño, sobre todo de la última etapa, deriva en dos líneas: “la parte latina de Catulo y Propercio o el amor desdichado que se correspondía con la canción mexicana, que podía ser José Alfredo Jiménez, Cuco Sánchez o Tomás Méndez”.

Y es que, dijo, el poeta veracruzano “vivía en continuo deslumbramiento por las mujeres, en eso el peor castigo para él fue la ceguera. En su obra, hay la casi totalidad de la presencia o de la ausencia triste de la mujer, él mismo se consideraba un amador de las mujeres”.

Según René Avilés Fabila en Rubén Bonifaz la mujer era una preocupación fundamental: “la mujer que quizá no encontró o que quizás sólo la pudo imaginar. Las mujeres, en Rubén, tienen un papel muy intenso, pero no son fácilmente reales, de pronto son parte de su poesía, son parte de sus reflexiones, yo creo que la poesía amorosa de Rubén es el eje de todo lo que escribió”, pues recordó que incluso llegó a dedicar sonetos a Tongolele y a Lucía Méndez.

En su obra, dijo, uno se encuentra con un “poeta extraordinario, muy dolido, muy enamorado, muy juguetón, que como poeta fue impecable, escribía de un modo perfecto, yo no creo que haya alguien del talento, de la talla de él”, aunque haya autores más famosos o conocidos.

Eso -agregó René Avilés Fabila- “no quiere decir nada, de pronto el poder de los medios de comunicación, se van sobre ciertas figuras, que son glamorosas como Fuentes o muy ingeniosas, como Monsiváis o José Emilio Pacheco que era tímido, no, este hombre vivía ajeno a todo tipo de ruidos, no le gustaba más que ser entrevistado por sus amigos más cercanos, era un hombre peculiar, que sólo se entendía con sus pares”.

Marco Antonio Campos, quien se jacta de que “a nadie le dio tantas entrevistas como a mí”, con al menos unas siete, recordó que lo excepcional de la poesía de Bonifaz Nuño todos lo reconocían, pues incluso Alí Chumacero le comentó en una ocasión: “mira, yo he llegado a una perfección, pero Bonifaz ha llegado a varias”.

El hombre inteligente dispuesto a reír

Rubén Bonifaz Nuño siempre estaba como dispuesto a la broma y al chiste, señaló Marco Antonio Campos, pues incluso, cuando uno se encontraba con ese hombre alegre y le decía, ‘cómo le va maestro’, él contestaba “de bien para arriba”.

Consideró que el poeta veracruzano “escuchaba más de lo que decía y guardaba más sabiduría de la que aparentaba”, por lo que con él, se podía hablar de todo: librerías de viejo, tango, el México prehispánico o sus gustos literarios.

A pesar de eso, dijo, “nunca vi el menor rasgo de jactancia en él, sabía perfectamente lo que él valía, sabía que era un hombre muy por arriba de la media, pero jamás se la creyó”, pues solía ser muy cordial y al mismo tiempo, relajiento.

En este sentido, Marco Antonio Campos aseguró que Rubén Bonifaz Nuño es “uno de los seres más excepcionales que he conocido en mi vida, yo creo que si yo pudiera decir algo de lo que más aprendí de él, diría una palabra: prudencia, él siempre tenía la frase para definir las cosas, muchas veces con una imagen popular”.

Sin embargo, advirtió que lo único en lo que Rubén Bonifaz era polémico, fue en el México prehispánico. “Es curioso que un hombre blanco, de ojos azules, se sintiera el más indio de los mexicanos y defendía lo prehispánico, sobre todo lo olmeca y lo mexica y defendió sus teorías, aun peleándose con todos los prehispanistas, a quienes no les parecían coherentes o válidas sus tesis”.

René Avilés Fabila refrendó que Bonifaz “era muy simpático, muy cordial, muy grato, tenía un enorme sentido del humor, con frecuencia se le notaba risueño, juguetón. Todos aquellos que son verdaderamente cultos tienen buen sentido del humor y él lo tenía a raudal”.

Por su parte, Jaime Labastida lo recordó como un hombre generoso. “Yo en lo personal le debo mucho, no tengo por qué negarlo”, así como un “hombre de un ingenio y de un sentido del humor, verdaderamente notabilísimo”.

Las anécdotas, no se hacen esperar. El presidente de la Academia Mexicana de la Lengua apuntó que a principios de los sesenta, un grupo de intelectuales de izquierda fue a visitar al entonces presidente Adolfo López Mateos y un artículo en la prensa decía que la izquierda ya sabía que su jefe los recibía en Los Pinos.

Ante el señalamiento, Labastida refirió que Bonifaz Nuño apuntó que el artículo tenía razón, porque “el jefe de la izquierda recibía en Los Pinos, el jefe del centro en Palacio Nacional y el jefe de la derecha en San Jerónimo, donde era la casa personal de López Mateos. Todos soltamos la carcajada, ese tipo de ingenio tenía él”.

En otra ocasión, cuando uno de los rectores de la UNAM había renunciado y se abrió el periodo de auscultación, a Rubén Bonifaz se le mencionó entre los posibles candidatos, pero él se marginó. “Yo le dije, oye Rubén, por qué hiciste eso, por qué declinaste” a lo que el poeta respondió: “Jaime, soy latinista, tenía que declinar”.

Un devoto de la UNAM

Rubén Bonifaz estuvo tan pegado y apegado a la UNAM que Marco Antonio Campos advirtió que “no sé si la UNAM es made in Bonifaz o Bonifaz es made in la UNAM”, pues siempre vivió de la UNAM y por la UNAM.

“Para él la universidad si no fue todo, fue casi todo. Tuvo el gran amor por las letras clásicas, por el Siglo de Oro, tuvo el amor por la poesía, por las mujeres, pero su vida giró desde muy temprano, quizá poco más de los 30 años en la UNAM y para la UNAM y fue siempre un fundador de centros y de institutos, es decir, si la UNAM es grande como institución educativa, una de las causas se llama Rubén Bonifaz”.

René Avilés Fabila destacó que Rubén Bonifaz Nuño estuvo muy vinculado a la UNAM, “ahí estuvo siempre, ahí vivió siempre. Recuerdo que en las entrevistas y conferencias, decía que el centro del universo era la Ciudad Universitaria, el tenía un profundo amor, una devoción por la UNAM y la UNAM supo corresponderle, porque sin duda, el mejor homenaje que se le ha hecho hasta hoy, fue en la UNAM, en Ciudad Universitaria, porque Bellas Artes se quedó en deuda con él”.

De hecho, dijo, la última vez que el poeta veracruzano habló ante el público, fue en la Biblioteca Central de la máxima casa de estudios, en una sala abarrotada de gente, con “una multitud de jóvenes que aplaudían y le gritaban bravo y fue muy emotivo y sobre todo para él, que de pronto se calificaba como un pelado, no de grosero, sino de un hombre que no tiene cosas o propiedades”.

Traductor

Su dominio del griego y el latín, hicieron de Rubén Bonifaz un traductor de estas lenguas clásicas y trajo al español, a un sinfín de autores griegos y latinos, como Virgilio y Homero y su última hazaña en este campo, fue la traducción de La Ilíada, cuando prácticamente ya carecía de visión.

Esto, comentó René Avilés Fabila, es una hazaña irrepetible, “porque la cotejó con diversas ediciones, en diversos idiomas y tradujo del griego directamente, entonces eso es una aportación extraordinaria al conocimiento de los grandes literatos griegos”, porque ahí se trata de una traducción literal, en verso como estaba en el original.

De hecho, agregó, lo que más lamentaba Bonifaz, cuando ya estaba muy grave, era no poder traducir, porque tenía una ceguera ya total. “En ese sentido, es uno de los mayores intelectuales que ha dado el país, al lado de personas como Alfonso Reyes por ejemplo, es incomparable, aunque no sea tan, tan famoso como algunos otros”.

Rubén Avilés Fabila consideró que “está empezando a darse un boom por la literatura de Rubén, por su poesía. Lo empezarán a leer como poeta y sin duda lo leerán como ensayista y muchas otras cosas, incluso como traductor, pero la gran entrada a Rubén, es la poesía, que es realmente conmovedora”.

Sin embargo, el también escritor advirtió que se trata de una poesía “para leerse en voz baja, con luces tenues y sin duda, pensando en alguna mujer que no nos hizo caso, porque de pronto Rubén cuenta más sus derrotas amorosas que sus grandes victorias”.

Información: AGB

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