La historia que hay detrás de algunas obras de Miguel Ángel Buonarroti  y Leonardo da Vinci las ha transformado en piezas relevantes para especialistas e investigadores, y que hoy el público podrá conocer al apreciar las piezas.

Miguel Ángel Buonarroti y Leonardo da Vinci son los artistas más representativos del Renacimiento italiano, dos genios que heredaron obras que a lo largo del tiempo han despertado la curiosidad y generado interrogantes, algunas por sus enigmas otras por el esplendor y belleza inaudita.

Miguel Ángel Buonarroti. Un artista entre dos mundos y Leonardo da Vinci y la idea de la belleza, reafirman la política cultural del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, a cargo de Rafael Tovar y de Teresa, quien ha manifestado el interés del gobierno federal de poner al alcance del público mexicano exposiciones de gran calidad y de nivel internacional.

Algunos de los datos más relevantes y anecdóticos podrán conocerse a través de los apuntes de otros artistas o de las versiones de curadores, al compartir comentarios acerca de las siguientes piezas:

 

Cristo portacroce (Cristo Giustiniani), 1514-1516

Destaca en la exposición Miguel Ángel Buonarroti. Un artista entre dos mundos la pieza Cristo Giustiniani, elaborada en mármol de 2.50 metros, de factura impecable que además resulta interesante debido a la composición y la postura anatómica del cuerpo con que se representa a la figura de Jesucristo.

Existen referencias de que esta pieza, que se presenta por primera vez fuera de Italia, fue encargada al artista, quien por razones de imperfecciones en el material decidió no finiquitarla, pues se afirma que apareció en la parte izquierda de lo que sería el rostro de Jesucristo una veta oscura, la cual hoy parece una lágrima y que fue la razón por la que el creador italiano decidió abandonarla.

De un modo muy tardío, la escultura fue concluida por un artista desconocido, razón por la cual se desconoce hasta qué punto es obra de Miguel Ángel.

 

Piedad, réplica realizada en el siglo XVIII

La Piedad que se presenta en el Museo del Palacio de Bellas Artes es réplica de la escultura realizada en 1498, cuando el artista apenas tenía 24 años de edad, en un bloque de mármol blanco procedente de las canteras de los Alpes Apuanos de la Toscana por encargo del cardenal Jean Bilhéres de Lagraulas, obispo de Villiers y de San Dionisio, quien pagó 450 ducados de oro.

Con dimensiones de 1.74 por 1.95 metros, la obra es una composición piramidal y proporcionada que muestra el cuerpo de Jesús muerto, bajado de la cruz y depositado sobre los numerosos pliegues de las amplias vestimentas que cubren el regazo de la Virgen.

En esta pieza Miguel Ángel presenta a Jesús con una expresión plácida, según los especialistas, debido a que cumplió su misión en la Tierra, mientras que una joven y bella virgen María mira el cuerpo de su hijo, con una pena infinita y gran ternura. La obra original se encuentra en la Basílica de San Pedro a donde fue trasladada en 1749.

 

David-Apolo (1532-1534)

Una de las obras menos conocidas del maestro renacentistas es el David-Apolo, estatua de mármol de 1.47 metros que presenta una figura masculina desnuda del dios griego del arte Apolo, pero que al mismo tiempo parece referir a David, el héroe del Antiguo Testamento, ya que bajo un pie del joven se puede reconocer la cabeza de Goliat.

La forma indefinida bajo el pie derecho desempeña un papel clave en la composición: el sujeto levanta el pie de manera que la rodilla se dobla y el costado y los hombros se levantan en un movimiento de torsión, con el brazo izquierdo que se dobla a su vez al lado del pecho y el rostro que se vuelve en la dirección opuesta. Esta postura en espiral, llamada serpentinata invita al espectador a moverse alrededor de la figura y admirarla desde todas las perspectivas. 

 

Estudio para el Juicio Final, 1533-1534

Estudio para el Juicio Final es boceto de una de las obras maestras de Miguel Ángel: el Juicio Final que preside el altar de la Capilla Sixtina, fresco de 13.70 por 12.20 metros, realizado entre 1536 y 1541 por encargo del papa Clemente XVII y más tarde confirmado por el papa Pablo III Farnesio.

El artista dispuso a cerca de 400 personajes contra un cielo azul intenso, arremolinados en torno a la figura implacable de Cristo en el momento de impartir la justicia eterna. Sin marco arquitectónico, la obra se percibe como la visión de otro mundo que se prolonga más allá de las paredes de la capilla.

 

Estudio para la Porta Pía, 1561

El estudio para la Porta Pía es un dibujo que muestra el diseño realizado por el artista para la realización de la Puerta Pía, monumental obra con un arco poligonal y remates de obeliscos y bolas. La fachada principal está orientada hacia el interior de la ciudad para crear una verdadera y propia escenografía urbana. Tiene un frontón curvilíneo interrumpido e inserto en otro triangular.

 

Segundo proyecto para la fachada de San Lorenzo, 1517

En 1515, el papa León X abrió un concurso público para la ejecución del diseño de la fachada de la Iglesia de San Lorenzo, que sería patrocinada por la familia Médici. Miguel Ángel ganó el concurso para lo cual proyectó realizar un frente en el que se representara toda la arquitectura y toda la escultura de Italia, ideando una fachada semejante a un retablo contrarreformista, pero que en realidad estaba inspirado por los modelos de la arquitectura profana, realzada con numerosas estatuas de mármol, bronce y relieves. El contrato se rescindió en marzo de 1520 por la dificultad de la empresa y su elevado costo.

 

Retrato de Miguel Ángel, atribuido a Marcello Venusti, 1535

En la exposición del Palacio de Bellas Artes, donde se presentan 29 obras de Miguel Ángel, acompañan 45 piezas de artistas cercanos al artista florentino, de ellas destaca el Retrato de Miguel Ángel, obra atribuida a Marcello Venusti, a quien Miguel Ángel tenía gran consideración y a quien había elegido para continuar sus trabajos en la Capilla Paolina. La pieza realizada en óleo sobre tela presenta la imagen más copiada del artista italiano, realizada por Jacopino del Conte, donde se aprecia a un Miguel Ángel delgado, con ropa oscura, cabello y barba rizada y una mirada inteligente dirigida hacia el espectador.

 

Juicio Final, Andrés de Concha, 1575

Desde la Alta Mixteca oaxaqueña se presenta esta obra que, realizada por el artista español Andrés de Concha, evoca de manera clara el Renacimiento italiano en México. En la representación de las almas de los condenados y la barca de Caronte se puede apreciar un sonoro eco de la obra de Miguel Ángel, en particular de su propio Juicio Final  en la Capilla Sixtina, pero en este caso presentado en el retablo principal del Templo de Santo Domingo Yanhuitlán, Oaxaca.

 

Leonardo en Bellas Artes

Entre las obras emblemáticas de Leonardo da Vinci encontramos el Estudio para el ángel de la Virgen de la rocas y Códice sobre el vuelo de las aves, entre las cuales algunas piezas se presentan por primera vez en México.

 

Estudio para el ángel de La Virgen de las rocas, 1483

Se trata de uno de los dibujos más bellos del mundo y que hoy es el símbolo de la Biblioteca Real de Turín. Aunque todavía se duda de su autenticidad, los investigadores aseguran que se trata del ángel que aparece en el cuadro La Virgen de las rocas, una de las grandes obras maestras de Leonardo da Vinci que actualmente se encuentra en el Museo del Louvre.

Por primera vez llega a México este boceto que presenta el rostro de un ángel, logrado con maestría, pues no se sabe si es un hombre o una mujer, ya que esos seres son asexuados, por lo que únicamente el genio de Leonardo fue capaz de plasmar esa ambigüedad, donde además se puede ver su mano auténtica, su trazo sencillo, casi desnudo, pero de un nivel técnico impresionante, marcado por la precisión, realces blancos y el trazo en punta de metal muy bien realizado.

 

Códice sobre el vuelo de las aves, 1505

Custodiado por el Museo Real de Torino, Italia, el Códice sobre el vuelo de las aves es uno de los más famosos del mundo, elaborado por el sabio del renacimiento en la misma época en que pintó la Mona Lisa, en el cual investiga el vuelo de las aves, a través de un riguroso análisis mecánico y reflexiones sobre el equilibrio, la gravedad y el balance.

Compuesto por 18 cuartillas de 21 por 15 centímetros, el códice es una de las máximas representaciones del genio total de Leonardo da Vinci, ejemplo palpable de su inteligencia que lo presenta no sólo como estudioso de la naturaleza, sino como arquitecto, ingeniero y ser humano, pues en él, además de dibujos mecánicos y bocetos de construcciones, incluso escribió su lista de compras, ya que el papel era muy caro y los artistas de la época utilizaban cualquier espacio en blanco.

Aunque hoy en día se considera una obra de arte, se trata de una libreta de apuntes donde el público podrá apreciar algunas peculiaridades de su autor, como el hecho de que era zurdo y escribía de derecha a izquierda, en forma de una escritura-espejo.

Las páginas que se exhiben en la exposición muestran además de dibujos arquitectónicos y de maquinaria, la cita más famosa del códice, en la que Leonardo sueña con que el ser humano algún día podrá volar y, efectivamente, esta bitácora de apuntes ha volado por todo el mundo, pues ha sido expuesta en diversos lugares del mundo, como Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Japón y ahora México, gracias a lo que Leonardo un día soñó.

 

Estudio de patas traseras de caballo, 1508

Según algunos estudiosos, este boceto en que Leonardo dibuja la parte trasera de un caballo, fue la base para pintar La batalla de Anghiari, la cual estuvo en un muro del Salón de los Quinientos del Palazzo Vecchio de Florencia, por lo que es uno de los ejemplos de obra que documenta algo que ya no existe. De ahí su importancia, ya que hace referencia a lo que pudo haber sido esa pintura, hoy desaparecida.

 

Tres vistas de cabeza de hombre con barba, 1502

Debido a que Leonardo era un ser integral, artista, ingeniero e inventor, utilizaba al dibujo no únicamente para crear figuras, sino como un medio para investigar la naturaleza.

En Tres vistas de cabeza de hombre con barba se puede apreciar su manera de analizar la cabeza de un hombre desde varios puntos de vista, con una precisión y detalle, que representa su actitud investigadora y atenta, no sólo a la belleza o la fealdad, sino a lo que era real.

Información: AGB

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