Con el propósito de recordar y celebrar la obra de la escritora mexicana Esther Seligson (Ciudad de México, 25 de octubre, 1941– 8 de febrero de 2010), el suplemento cultural Confabulario, en colaboración con el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) y el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), convocaron a amigos, colegas y editores, a una velada literaria realizada la noche de este miércoles 29 de julio.

En el Palacio de Bellas Artes se habló de la calidad y constancia del trabajo literario de la narradora, poeta, ensayista y traductora, quien inició su carrera con la traducción del filósofo Emil Cioran y que la consolidó como escritura culta, realizada a partir de un amplio conocimiento de las literaturas europeas.

Al dar la bienvenida a la tertulia literaria, el director general de Comunicación Social del Conaculta, Miguel Ángel Pineda, se congratuló de que la colaboración entre el Consejo y los diversos suplementos culturales que existen en el país, se reactiven con este tipo de eventos.

Julio Aguilar, editor de Confabulario, aseguró que Esther Seligson es simplemente una escritora extraordinaria que se dedicó a leer, escribir y decir lo que pensaba, una mujer de muchas inquietudes intelectuales, que viajaba, que procuraba estar cerca de los jóvenes como maestra y amiga y en cuya carrera literaria no buscó a las editoriales más importantes, pues apostaba por lo que realmente creía.

La también escritora Adriana González Mateos destacó que la obra de Esther Seligson, conformada por libros como Otros son los sueñosLa morada del tiempo,HebrasToda la luz y Todo aquí es polvo, entre otros títulos, es decididamente elitista y es que la autora señalaba que “la literatura es de todos, menos de los ignorantes”.

Indicó que además Esther Seligson era una nómada que gustaba cruzar fronteras, como lo demuestran sus frecuentes viajes a lugares como Jerusalén e India, marcada por la búsqueda espiritual que la llevó a una hibridez y una multirreligiosidad.

Por su parte, Geney Beltrán, albacea literario de la obra de Esther Seligson, recordó que en el libro Hebras de narraciones breves, lo mismo se puede encontrar un texto que aborda el dolor de una madre ante el suicidio de su hija, que una pieza autobiográfica en que la narradora se dirige a su nieta recién nacida.

“La prosa de Esther Seligson acudió a estrategias muy diversas, incluidas la dislocación temporal, el fragmentismo y la hibridación genérica, pues la vida, esa vida que pretendía seleccionar para su escritura, no era escuálida y las herramientas lineales le eran insuficientes, demasiada percepción no cabía en los parcos pasillos de la ficción realista. Esto tiene origen en lecturas desde edad temprana de literatura fantástica y mitología, en una profunda proclividad por el viaje a geografías arquetípicas, India, Tíbet, Jerusalén, el camino de Santiago y en la inmersión en el misticismo oriental”.

Geney Beltrán, quien fue alumno de Esther Seligson, precisó que la obra de la autora “es orgullosamente reacia a la etiquetación genérica y por eso ha sido vista en tanto difícil o exquisita, pero no, lo que ocurre es que leerla exige un pacto absorbente; su lectura no es posible como ejercicio solamente escapista y a cambio entrega una percepción dilatada de la experiencia humana, porque gracias a una prosa de pasmosa fuerza expresiva ella misma deviene una experiencia, una epifanía de las posibilidades de trascender la gris parcela de lo común”.

José María Espinasa, quien editó alrededor de 15 libros de Esther Seligson, destacó que la autora utilizó en su obra una gran diversidad de recursos literarios, ya que por formación y vocación era una mujer preparada, formada en la lectura y con varios intereses, como el arte, la historia, la filosofía, las religiones.

Narradora, poeta, ensayista, crítica de teatro y traductora, son recursos discursivos para la formulación de una escritura fragmentaria. En el terreno del cuento, aseguró el editor, Seligson tiene algunos de los relatos más notables del último medio siglo.

A cinco años de su deceso, José María Espinasa señaló que al releer a la autora se puede apreciar su obra como una autobiografía, que para ella fue una liberación, aunque demorada, pues le parecía que no era el verdadero camino de la creación.

Aun así, dijo, su poema Simiente, escrito a raíz del suicidio de su hijo, tuvo un carácter sanador, pues “en ese libro Esther no quiso hacer literatura, quiso curarse y así consiguió uno de sus textos más extraordinarios”.

El legado de Esther Seligson, apuntó el editor, continuó con tres libros póstumos y “no es fácil que una escritora que parece ya haber entregado sus principales libros nos vuelva a sorprender con un impulso renovado”, pues en ellos “su prosa se volvió más expresiva al no depender de una necesidad de claridad, sino aceptar ser la huella de una autorreflexión, evoluciona de una escritura concebida como un acto sagrado a la escritura entendida, como un testimonio de vida”.

José María Espinasa señaló que todavía es posible que surjan más libros póstumos de Esther Seligson como pueden ser más traducciones o bien su correspondencia con Emil Cioran.

En su oportunidad, el coeditor de Confabulario, Vicente Alfonso, recordó a Esther Seligson como una interlocutora generosa y profunda que imponía un alto nivel de exigencia a sus potenciales lectores.

Precisó que la otredad, el reconocimiento del otro, fue un tema que apasionó a Esther Seligson, quien fue su maestra y consideraba a los libros como el único recurso eficaz para mitigar el encierro del yo.

Por ello, señaló que “hoy tenemos el pretexto perfecto para recordarla de una manera que a ella le hubiese gustado, viendo el mundo a través de sus ojos, a través de sus libros”.

Los asistentes a la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes también disfrutaron en la parte final de una lectura dramatizada de Todo aquí es polvo, la cual estuvo a cargo de Úrsula Pruneda, heredera del seminario Teatro y mito, que durante 45 años Esther Seligson impartió en el Centro Universitario de Teatro.

La actriz aseguró que todo lo que hace tiene la marca de Esther Seligson y conmovida dio lectura a la parte final del libro autobiográfico que dice: “pero el mío, mi sueño, está en el espacio abierto, no para dominarlo o levantar en él morada, sino para centellear sin fronteras de ninguna especie, sin techo ni paredes, a lo más un armatoste al estilo de los de Remedios Varo, viajera despistada, dueña únicamente del azar…”.

Información: AGB

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