Palabras de Rafael Tovar y de Teresa durante el Homenaje a Fernando del Paso en el Palacio de Bellas Artes

19 de abril, 2015


Querida María del Socorro Gordillo Castillo, esposa, compañera eterna de nuestro querido Fernando del Paso,

Queridos Paulina, Adriana, Alejandro del Paso Castillo, y Abraham Castillo Flores,

Maestros Elmer Mendoza, Vicente Quirarte, Alejandro Toledo y Eduardo Antonio Parra,

María Cristina García Cepeda, Directora General del Instituto Nacional de Bellas Artes,

Maestro José Carreño Carlón, Director General del Fondo de Cultura Económica,

Licenciado Ricardo Cayuela, Director General de Publicaciones del Conaculta,

Maestro Mauricio Montiel Figueiras, Coordinador Nacional de Literatura del INBA,

Quiero agradecer a nuestros amigos de la comunidad literaria, a los jóvenes y a los asiduos lectores de Fernando del Paso que nos acompañan.

Su presencia realza este más que merecido homenaje a la extensa trayectoria de un autor que ha entregado obras imprescindibles a la literatura en español; un homenaje al escritor, al pintor, al académico puntual, al amigo y diplomático generoso que ha hecho de la palabra la resonancia que da plenitud y forma a su vida.

Conocí a Fernando del Paso en 1985, en París, cuando yo trabajaba como Ministro de la Embajada de México en Francia. La referencia que tenía de él era la del autor de dos libros extraordinarios, pero poco leídos entonces: José Trigo y Palinuro de México.

Bajo los días de París, entre los asuntos de la oficina, las confesiones y las pláticas más diversas que sostuvimos, quedé cautivado por su conversación: una combinación difícil de hallar que mezclaba el humor, la cultura, la profundidad y la calidez.

Recuerdo esas largas horas de pláticas en el Café Deux Magots, que ya no era el sitio que congregaba a Picasso, Sartre o Simone de Beauvoir, pero que su emplazamiento en el centro parisino y su vista a la iglesia de Saint Germain producían la atmósfera más propicia para compartir el entusiasmo y explorar la fascinación común por la historia, la literatura y la música.

Fernando me contó que había cerrado su ciclo londinense de cerca de catorce años de duración. Su vocación literaria había estado por encima de un rentable trabajo en México en el campo de la publicidad. Decidió, a principios de aquellos años setenta, instalarse en Inglaterra con su familia para escribir una novela sobre Maximiliano y Carlota.

La elección de esta ciudad obedecía a su vieja ilusión de vivir en Europa, viajar, conocer toda la pintura posible, que es su segunda pasión, y tener a su alcance la mayoría de las fuentes que le permitirían la más detallada investigación sobre esos personajes, su época y la geopolítica de entonces, cuyo centro estuvo en el Imperio Británico.

Dividía la jornada entre su trabajo en la London Library por las mañanas y la BBC por las noches, donde se desempeñó como editor, redactor y locutor de noticias inglesas para el público latinoamericano. Al volver a su casa, ya casi de madrugada, se encerraba para escribir sus investigaciones del día. Esas hojas, después de las correcciones a mano, eran mecanografiadas cuantas veces más se necesitara por Santa Socorro, su compañera de siempre, que a fuerza de repeticiones quizá se sepa de memoria algunas prodigiosas páginas de la novela.

Era muy clara la descripción de este proceso: concluir el papel de la Tortuga en la documentación e investigación, y el de Aquiles en la imaginación y la forma definitiva del texto.

Al punto platiqué con el Embajador Jorge Castañeda, a quien le transmití mi entusiasmo por el talento y la conversación de Fernando del Paso. Durante los meses siguientes, Fernando colaboró ocasionalmente con la embajada y, al poco tiempo, fue nombrado Consejero Cultural en ella, debido a que José María Pérez Gay regresaba a México después de cumplir dos años en ese encargo.

La embajada continuaba una buena tradición de la Cancillería mexicana, iniciada en el siglo XIX y prolongada hasta años muy recientes: la de contar con la colaboración de figuras culturales en el ejercicio de la diplomacia.

Por España habían pasado un Manuel Payno y un Justo Sierra, y más tarde, en París, Alfonso Reyes, Jaime Torres Bodet, Carlos Fuentes, José Luis Martínez, Luis Villoro, Víctor Flores Olea y Octavio Paz, por citar sólo algunos nombres.

El ambiente que vivíamos, con un lector y hombre de cultura extraordinario como fue don Jorge Castañeda padre, era el de un templo en el que el libro era objeto de culto.

Así, entre los textos maravillosos que compartíamos, apareció como un sol la que es, para mí, una de las novelas supremas de las letras mexicanas: Noticias del Imperio.

El libro avivó nuestras conversaciones sobre la historia europea del siglo XIX y sobre los textos básicos de esos años: el Maximiliano íntimo de Blasio, el secretario particular del emperador; las memorias de personajes de su corte como la Princesa de Salm Salm; Un viaje a México en 1864 de Paula Kollonitz; el Diario del Príncipe Kevenhüller, o las notas de su médico personal, el doctor checo Samuel Basch; o el clásico del Conte Corti y obras teatrales como Corona de sombras de Usigli, con su espléndida carga dramática.

Pero todos estos libros, si bien importantes investigaciones y testimonios, son apenas la superficie de lo que Fernando del Paso había investigado sobre el tema. Cartas, documentos, obras en varios idiomas, informes de todo tipo y la mayoría inéditos, eran parte del acervo que había logrado conjuntar para poder armar la novela más certera sobre el segundo imperio mexicano y sus personajes, desde los centrales –Maximiliano y Carlota, Juárez y Miramón–, hasta Napoleón III, Eugenia de Montijo, el mariscal Bazaine o el emperador Francisco José.

Sólo así, con esa cantidad de información no sólo acumulada sino procesada y asimilada, pudo lograr los capítulos narrativos y los históricos y, especialmente, los monólogos interiores de Carlota, donde su genio literario pudo desfogarse ilimitadamente.

Fernando del Paso no era en Francia un desconocido. Ya empezaba a ser valorado fuera de México. Por Palinuro, en 1982, había ganado el Premio Rómulo Gallegos y en 1986, en París, recibió el Premio a la Mejor Novela Extranjera, después de Salman Rushdie y Vassili Grossman.

Esos fueron los años en que, además de su espléndido trabajo en la embajada de México, se entregó a la conclusión de Noticias del Imperio.

La pasión que siento por este libro data del primer momento en que Fernando del Paso me tanteó para ver si en verdad el tema me interesaba, y me leyó el primer capítulo. Pasaron los meses y una mañana entró a mi oficina y me dijo: "Rafa, te quiero leer algo", y empezó:

"Yo soy María Carlota Amelia Victoria Clementina Leopoldina, Princesa de la Nada y del Vacío, Soberana de la Espuma y de los Sueños, Reina de la Quimera y del Olvido, Emperatriz de la Mentira: hoy vino el mensajero a traerme Noticias del Imperio, y me dijo que Carlos Lindbergh está cruzando el Atlántico en un pájaro de acero para llevarme de regreso a México".

Eran las últimas palabras del último capítulo de la novela y me dijo: "Ayer la terminé". Fue un momento inolvidable: no pude decir ni una palabra y sólo me acerqué a darle el más fraternal de los abrazos.

Un día, poco antes de todo esto, al salir de la embajada me percaté de que Fernando traía un fajo de hojas. Le pregunté: "¿Más cambios?" Me dijo que eran las correcciones finales del capítulo titulado "Réquiem por un emperador". Le hice una mala broma y le pregunté si tenía una copia completa, porque si algo pasaba sería más bien el réquiem por una novela, y se demudó. Me confesó que no. A los dos minutos se fue a su casa por el manuscrito completo.

De regreso a la embajada, con el manuscrito en la mano, le propuse que inmediatamente sacáramos nosotros mismos una copia. Fuimos a una papelería para hacerla, y ahí mismo le dije: "Van a ser dos. Porque una la dejas en la embajada y la metemos en la caja fuerte oficial".

Le he confesado ya que de esa copia saqué otra más con esas últimas correcciones y la guardé con llave en mi propio escritorio. Los años de los backups que nos permite la computadora ni se asomaban, y asumí una responsabilidad que nadie me había asignado, pero de cuyo valor estaba plenamente consciente: una obra así no podía ponerse en riesgo.

Después de nuevamente trazar todo el manuscrito, de nueva cuenta entró en acción el ángel de la guarda, Santa Socorro, que le envió el texto a Carmen Balcells para su publicación. Lo demás es historia. Se publicó al año siguiente, en 1987, y hasta el día de hoy nunca ha dejado de estar presente en las librerías y ser traducida a innumerables idiomas.

Sin esta novela, ¿dónde habría quedado ese episodio maravilloso, surrealista, macabro y fantástico de la historia de México, como Del Paso mismo lo califica y que es la novela misma? Esa ambigua fascinación que domina a muchos por un príncipe europeo que llega a México confundido por no saber si era lo correcto como un heredero de Carlos V, o si se trataba de una tentativa imperialista de Napoleón III de crear una monarquía en América en nombre de la latinidad común y de la que sólo quedaría el calificativo para América Latina. Ilusión que Maximiliano toma en serio al extremo de mexicanizar su ser imperial.

Como contrapunto, al final de este drama emerge un Juárez heroico, que para mí se reitera, sin retóricas baratas, como el más grande personaje de nuestra historia: el auténtico consumador de la independencia de una patria que apenas se asomaba a la libertad.

Dimensionado a su época, ¿no es de un valor extraordinario fusilar al hermano de uno de los personajes más poderosos de esos días, el Emperador Francisco José de Austria? Maximiliano de Habsburgo era segundo, después del príncipe coronado Rodolfo, en la sucesión del Imperio Austrohúngaro. Imaginemos, como lo hace del Paso magistralmente, a ese Presidente peregrino por el territorio nacional, enfrentado a los Habsburgo, la última familia que determinaría la historia de la humanidad con el desenlace de la primera guerra mundial.

Carlota, hija del rey de Bélgica y propietario personal del Congo, que quedaría viuda y olvidada, es el último personaje del XIX vivo en el XX. Parafraseando al historiador Hobsbawm cuando califica al XX como el siglo más corto, ya que duró de 1914, inicio de la primera guerra, a 1989 con la caída del comunismo, yo metafóricamente extendería el siglo XIX no hasta 1914 sino hasta 1927, cuando muere Carlota.

¿O alguien podría decir que esa viejecilla que paseaba por los jardines del Castillo de Bouchout, privada de conciencia y del recuerdo de Maximilano y de su aventura mexicana, es un personaje del siglo XX? El modo en que la novela la lanza a la literatura cierra ese siglo. Del Paso logra en Carlota la locura más lúcida de la literatura porque le permite romper las barreras del tiempo y del espacio, deja correr su pensamiento y sus recuerdos, hablar con los muertos y recordar a los vivos. Una Carlota que solamente con el olvido puede posesionarse de la verdad, y encontrar lo que no pudo en la realidad. La estructura del texto permite leer estas dos dimensiones: los capítulos nones para los monólogos, los pares los hechos históricos. De este modo tenemos literatura e historia, el suceder poético y el suceder real y perecedero, como diría Reyes, y su fusión en un flujo de la conciencia que añade a las formas joycianas el lirismo de una incontenible locura que por momentos es la más cruda de las verdades.

Esa locura, como tema literario, ha dado grandes joyas para entender la realidad. La historia tiene ejemplos que la ficción ha recreado de manera esmerada, lúcida, perfecta, como lo ha hecho Del Paso.

¿Más vocación, más entrega, más humildad y mayor genio que el de Fernando del Paso en esta obra? Estas son las creaciones que forman la cultura de México.

El trabajo de creadores como Fernando es el que nunca puede dejar de apoyarse. Cuando platiqué con él sobre los programas de apoyo directo que quería impulsar en el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y sobre el establecimiento del Sistema de Creadores, encontré a un interlocutor imaginativo y entusiasta, generoso de ideas. Fernando no ha detenido su empeño. En 2011 incursionó una vez más en una obra titánica que sólo alguien con su capacidad de investigación y talento narrativo ha hecho en nuestra lengua y en toda Iberoamérica: Bajo la Sombra de la Historia, nada más y nada menos que la historia del Islamismo y el Judaísmo y de la cual sólo ha aparecido el primer volumen en el FCE.

He tenido el privilegio de leer el manuscrito casi completo y el único paralelo que encuentro es la obra clásica de Gibbon, la Historia de la caída y decadencia del Imperio Romano. Repito: ningún historiador de habla española ha incurrido en una hazaña de esta magnitud, con la fuerza y la calidad narrativa que tendrá la obra terminada.

En su discreción y prudencia, Del Paso es una voz que nos alerta y está pendiente de la conveniencia de su palabra y opinión. Por eso es escuchado. Su tiempo lo ha dedicado a la literatura, al dibujo, no a polémicas, al oportunismo o a la exhibición. Eso es lo que nos da, además de su nobleza, generosidad, simpatía y extraordinaria conversación.

Él ha apostado por una obra y no por un lugar protagónico en la polémica, al que su talento tendría derecho, y ganó. Pocos lo podrían decir. Y al tiempo. Como a estos veinticinco años durante los que algunos no quisieron ver en Noticias del Imperio una obra capital.

Hace ya casi una década de aquella sonada encuesta que la revista Nexos hizo sobre la mejor novela mexicana de los últimos treinta años y en la que el primer lugar recayó en Noticias del Imperio. Pero el mejor resultado de este aprecio por la obra de Fernando es que las nuevas generaciones la conocen y la leen.

Este es el entusiasmo que comparto con ustedes hoy. Hace unos meses Fernando se pronunció al respecto y en el comentario más excedido que le he oído, me dijo socarronamente: "La verdad, los monólogos no están nada mal, la verdad me salieron muy bien". Creo que ha empezado a ver su propia grandeza, pero no a dejar de cuidarse de expresarla, aunque sabe bien que cada página suya es ya parte de la historia de la literatura.

En buena hora, Fernando, por este merecido reconocimiento que México te ofrece por tu cumpleaños número 80. Celebramos con tu presencia y con tu obra el día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, y creemos que no hay mejor manera de recordar estas efemérides que reflexionando en torno a libros esenciales para la literatura en lengua española como son los que tú has escrito. Compartimos el agradecimiento y la admiración con los innumerables lectores de latitudes y generaciones distintas que se acercan, para no desprenderse más, a tu obra.

Muchas gracias a todos, Muchas felicidades a Fernando del Paso.

Última actualización: 12 de noviembre de 2015 - 10:04 por Dirección General de Comunicación Social