Existe en el mundo un catálogo de miradas, la mirada del diseñador de moda, pendiendo sobre texturas, colores o puntadas; la del arquitecto que traza tal vez formas sobre las formas, la del psicólogo que desenreda los vericuetos de la personalidad y está la mirada del escritor.

Lo fascinante de esta última es que mira los hilos de la acción ocultos detrás de los hechos y si domina el arte de narrar los transforma en historias. Ocurre así con el libro Ojos en la sombra, de Jaime Muñoz Vargas, que ahora edita el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes en la colección El Guardagujas.

Son 10 los cuentos que incluye este volumen, agrupados en las categorizaciones: Frustraciones, Apetencias y Puentes, para finalizar con un apunte sobre los cuentos y una palabra final. En cada uno hay un sutil chispazo que enciende todo el cuento y al mismo tiempo, como el mismo autor anota: “cada pieza brilla más si se incorpora algún relente de cuidadosa ambigüedad, deben sembrarse varios pormenores cargados de proyección ulterior”

¿Cómo va fraguándose un suicidio literario?, hay pasos aparentemente imperceptibles que van encaminándose a ese destino. Tómese por principio el sueño de ser escritor que se despierta tempranamente y va tomando consistencia en la forma de un periódico estudiantil. Un poema publicado que resulta en un éxito entre las compañeras. Y de súbito, la barrera de las palabras negándose a caer en su sitio. El protagonista del cuento La insoportable mezquindad del ser, va convirtiéndose en un Salieri  en siete números: los publicados de El grito social. La mezquindad toma un tiempo mayor, los años del éxito de uno y el añejado fracaso del otro.

Mario Marcelo, personaje central de Así bailaba Zaratustra, era formidable y obsesivo en los deportes y en la escuela, destacado en todo, admirado por todas sus capacidades, el futuro que le presagiaban  era brillante, hasta que un día ese jovencito febril en sus entusiasmos discute con su profesor de filosofía sobre los presocráticos y le vence la experiencia. “desde aquel instante Mario Marcelo se aisló de la vida y lo abandonó todo a cambio de la filosofía”. Se encerró en un cuarto en la casa de sus padres y dedicó sus horas a leer y pensar. Con 15 lecturas, en el lapso de cinco años, Así habló Zaratustra era el libro que mejor había asimilado, de ahí que su amigo, el narrador de la historia, le apodara Zaratustra. De cierto es que si el profeta de Nietzsche tuvo una réplica en la tierra, esa fue Mario Marcelo hasta que por invitación de su amigo acepta salir a bailar con él, su novia y la prima de ésta, Elbita, tan linda como superflua, tan propensa a ser amada. “Todos éramos frívolos, ordinarios. Mario Marcelo estaba en otra categoría, y de antemano me ponía triste que un hombre tan brillante fuera rechazado”. Hay en quienes se cumple la condena de ver bailar o bailar. El entrañable Zaratustra vuelve a anhelar la vida en su opción más peligrosa: el amor. Cómo salvar la frontera entre lo mundano y el superhombre…

¿Qué puede hacer un poeta contra la delincuencia? es el cuestionamiento que detona las acciones y el cuento mismo titulado Tras el rastro del orgullo. La pregunta se la hace a sí mismo  David Ángel Martínez -profesor de preparatorias Patrulla, anónimo poeta y a veces redactor de anuncios publicitarios-, cuando un ex alumno, Roberto Goitia, hijo de un acaudalado empresario, lo contrata para auxiliar en el secuestro de su padre.

La labor es sencilla e imposible, dar con los secuestradores descifrando el estilo de los mensajes que éstos le envían. Al principio se niega, ¿cómo podría servir la experiencia literaria para aquello?, pero Goitia se empeña y seduce, 10 mil pesos semanales mientras dure el secuestro, y si consiguen dar con el secuestrado, 20 o 30 mil extras. Apremiado por la necesidad, acepta el poeta volverse un “sabueso verbal” que durante horas se sienta junto con un supuesto especialista en secuestros llegado de la Ciudad de México, a indagar  la posible personalidad de quien manda los mensajes a partir del análisis de un puñado de  palabras. Lo absurdo de la situación pronto le sugerirá que puede tratarse de una simulación.

Siempre llegamos a las historias cuando ya han iniciado, la reconstrucción del lector para llenar esos espacios, es parte fundamental del acto de leer. Ocurre así con el cuento Cross Al Ángel Rubio, en dos niveles, el de quien lee la historia y quien lee las cartas  electrónicas de Juan Pablo. Eran dos amigos o hermanos literarios, uno que escribe desde Torreón el otro desde Argentina. Entre ambos crean  la historia literaria, política y familiar de Juan Pablo,  la trágica historia de Diego Eduardo, el  hermano de sangre al que desaparecieron los militares argentinos en 1978.

Los desaparecidos no desaparecen, son “tatuajes rojos en la memoria”, las palabras de Juan Pablo van atadas a su hermano, al recuerdo que reconstruye para el mexicano, como la única vía para mantenerlo vivo: “Si todos tenemos, poca o mucha, una ración de dicha en la vida, un buen porcentaje de la mía se esfumó tras esa sonrisa de despedida”. Como no es posible la resignación, la madre dejaba todos los días solo al niño de 10 años que era Juan Pablo, para salir a buscar a Diego Eduardo.

En el ir y venir irá conociendo a las madres huérfanas de hijos, y al Ángel Rubio, apodado así por sus características físicas, que se reúne con ellas porque él tiene un hermano desaparecido. Luego el rastro de la madre de Juan Pablo  se disipa una noche. Es la historia de  ver diluirse las personas, las figuras en el vacío y en medio del dolor tener que evaporar la propia identidad metido en un cuarto de una provincia. Es la historia de un ángel que al mismo tiempo era un ángel de la muerte, es la historia del la venganza a través del tomo III de las Obras completas de Jorge Luis Borges.

En uno de los epígrafes que acompañan a este libro se cita a Federico Peltzer: “Las situaciones raras, los argumentos ingeniosos, nada de eso vale para mí. El hombre, siempre detrás, es lo que importa”, a ese epígrafe se rinden estos cuentos nacidos desde lo que en la sombra se oculta”.

Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Durango, 1964), es escritor, maestro, periodista y editor. Ha publicado las novelas: El principio del terror, Juegos de amor y malquerencia y Parábola del moribundo. Los libros de cuentos: El augurio de la lumbre, Monterrosaurio, Leyenda Morgan, Las manos del tahúr y Polvo somos. Los poemarios: Púlpito de la Sierra Tarahumara, Filius, Salutación de la luz y Quienes esperan. Los libros de periodismo: La ruta de los Guerreros, Tientos y mediciones y Nómadas contra gángsters. Ganador de los premios nacionales de Narrativa Joven, de Novela Jorge Ibargüengoitia, de Cuento San Luis Potosí, de Cuento Gerardo Cornejo, y de Novela Corta Rafael Ramírez Heredia. Actualmente es columnista del diario Milenio Laguna.

Jaime Muñoz Vargas, Ojos en la sombra; Conaculta, México, 2015. Pp. 145.

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